Matías Stiep, sobre el amor, la memoria y el dolor


Entrevista: Ariel Martínez

Matías Stiep tiene 28 años. Su último libro, Yo el pájaro y el cielo, fue elegido y editado como primer premio por un jurado de notables –Alberto Laiseca entre ellos–, en el rubro Novela, del Concurso organizado por el Fondo Editorial Rionegrino, dependiente de la Secretaría de Cultura de Río Negro. Una distinción que lo empuja escalones arriba en la ruta de lo que suele interpretarse como carrera literaria.
Matías, el hijo único que se busca la vida en los pasillos del Poder Judicial, es un escritor. Con todas las letras. ¿Se habrá convertido en uno cuando publicó su primer libro a los 19 años?
Su sangre lleva vidas ajenas en el torrente. Matías es un marionetista, un hilandero de historias como la del Caballero Rojo, o la de aquel soldado que vuelve de Malvinas.

Quisimos conocerlo, preguntarle mil cosas y contar su historia, la de un pibe nacido y criado en Cipolletti que busca exorcizar sus demonios –como los de cualquier hijo de vecino– valiéndose de las palabras. Un tipo simple, comprometido, curioso, que tiene muy pocos amigos “pero buenos, de esos que no te abandonan cuando se hunde el barco”.




¿Te gusta trabajar en el Poder Judicial? ¿Te moviliza algo más que la búsqueda del sustento?
Me gusta, lo entiendo como un servicio público y un ámbito donde, mal o bien, se busca mediar y resolver los conflictos entre particulares. También tiene una parte de expresión escrita que, aunque esté lejos de lo literario, suma porotos a la causa. De hecho, ahora creo recordar que Piglia aspiraba a una “prosa seca, como de expediente judicial”. Algo hay.


Parece una buena definición del trabajo de un escritor: “resolver conflictos entre particulares”. Entre eso y pergeñar los pasos de un personaje no hay mucha distancia.
Creo que sin conflicto no hay literatura. Una historia totalmente apacible y de felicidad ininterrumpida no atraparía a nadie. Creo que uno como creador debe ser un padre cruel para sus personajes, porque por el bien de la obra y del lector debe arrojar a sus criaturas al conflicto, al enfrentamiento con terceros y/o consigo mismos, largarles encima sus peores miedos como si fueran perros de caza. Entonces es cuando el texto gana en tensión, en intensidad, y el que lee (quien tiende a sentir empatía con uno o varios personajes si el autor hizo bien las cosas) necesitará saber qué pasa, y por ende llegar al final de la historia.

¿Escribir es un trabajo?
Escribir es un oficio durísimo, mágico, increíble. Y al final de esa extenuante cuesta arriba, ya casi junto a las nubes, el oficio rompe la crisálida y florece en arte. Creo que cuando uno escribe "profesionalmente" (es decir, cuando el oficio ha trascendido al mero pasatiempo ocasional) es un trabajo, porque insume mucho tiempo, mucha energía, mucho esfuerzo, y a cambio se obtiene una recompensa, que obviamente no es pecuniaria sino espiritual, emocional. Relaciono a esto la definición de "trabajo" que da la Física: si mal no recuerdo, algo así como la fuerza empleada para vencer una distancia. Tengo mis dudas respecto de la exactitud de ese recuerdo, todo hay que decirlo.


Imagino en tu mente una lucha entre obligaciones y pasiones. Del lado izquierdo, Stiep leyendo las páginas judiciales de los diarios; del lado derecho, Matías ensimismado buscando la frase perfecta para cerrar una idea sobre un aviador heroico. ¿Tiene algo de real esto?
Esa dicotomía es una constante en el oficio. Son muy pocos los escritores que viven plenamente de la literatura, y en esos casos excepcionales es un extremo paradisíaco que lógicamente han alcanzado luego de un camino largo. La mayoría debió o debe compaginar la vocación con algún “trabajo alimenticio” (parafraseando a Vargas Llosa). Ayer y hoy, por necesidad o vocación paralela, paralela o conjuntamente, tenemos todos los colores: periodistas (Soriano, Hemingway y García Márquez, entre miles); médicos (con Tolstoi a la cabeza); abogados/jueces (Tizón, Bossert y Filloy); contadores (Claudia Piñeyro); docentes (Kohan, Neuman, etc.); mineros del cobre (Rivera Letelier); psicólogos (Andahazi); incluso pileteros, como Bruzzone. Es un tironeo con el que uno nace y simplemente se acostumbra para que sobreviva el yo-escritor.


¿Le dedicás tiempo a leer los diarios? ¿Necesitás estar informado?
En otros tiempos fui bastante lector, de diarios online más alguno en papel. Llegó un momento en que por falta de tiempo esas instancias se fueron recortando. Hoy me mantengo en umbrales bajos pero todavía saludables de lo que se considera "estar informado".


Y para leer literatura… ¿cuánto tiempo te hacés?
Esto depende del libro y de mi cronograma. Si el libro ayuda y la agenda también, puedo liquidarlo en una semana o menos. Todos los hermosos caballos, de Cormac Mc Carthy, me duró tres días. Por el contrario, peleé varios meses con los Cuentos reunidos de Faulkner. Hay atenuantes exculpatorios: mezcla mortal de poco tiempo y 780 páginas de letra diminuta. En su momento también tuve la costumbre de leer libros en formato .pdf; incluso hubo tiempos en que leía de un libro electrónico y luego, rato después, de otro en papel. He dejado un poco de lado la lectura en pantalla. Si bien en formato virtual se consiguen rarezas, obras inhallables, también lo es aquello que decía Saramago: "sobre un monitor no se puede derramar una lágrima".


En tu blog –Jardín de bolsillo– dedicás elogios a muchos autores. ¿Pero quiénes realmente dejaron una huella en tu escritura?
Creo que todos dejan algo. Empero, destaco por las enseñanzas y el asombro que me dejaron a: Onetti, Faulkner, Yourcenar, Mc Carthy; entre los nuestros, Dalmiro Sáenz, Soriano, Marcelo Di Marco.

 ¿Qué te enseñó la literatura que no aprendiste en la escuela?
La más profunda, pura y azul de las libertades.


El escritor y periodista Juan Cruz Ruiz dice en su libro Egos revueltos (Tusquets Editores) que a los autores los mueve la pasión y la vocación, pero el motor principal es el ego. Y lo cito textual: “Los escritores caminan para ser los mejores, de su barrio, de su ciudad, de su país. Del mundo entero. Ninguno se conforma con menos, pero no todos pueden llegar a ser aquello a lo que aspiran. Muchas veces se resignan por el camino y otras veces los halla el olvido mientras teclean la que va a ser su obra maestra, esta vez sí. Todos esos esfuerzos son naturales e incluso hermosos, animan a la sociedad literaria a seguir adelante, compitiendo. La competencia es, como el ego, parte de la naturaleza del oficio. Muchos escritores, en todo el mundo, han tenido alguna vez la vanagloria de la que presumía, riéndose de sí mismo, Jorge Amado, y el que diga que no es cierto, que él no compite, es probablemente quien con más ahínco genera en sus neuronas la obligación de ganar.” ¿Hay algo o mucho de cierto en esto? ¿Qué espacio debe ocupar en lo escrito el carácter de un escritor (sus obsesiones, su inseguridad, su genio)?
Me parece que el hacer literario alimenta y se retroalimenta del ego. Es el “oficio más solitario del mundo”, y en esa soledad inasible donde uno se sumerge, en la necesaria e inevitable búsqueda de sus más bajos fondos, creo que en cierto punto es necesario el ego como una suerte de armadura para emerger indemne. Supongo que a la postre puede terminar siendo un juego peligroso: quizás tenga que ver con esto la tremenda estadística de escritores suicidados, caídos en cumplimiento del deber.
Por otro lado, en su hoja el escritor funciona como un dios: alumbra mundos, vidas, destinos, y cinco palabras después bien puede arrasar con todo. Evidentemente hay autores a quienes debe de costarles el deslinde y regresan a esta “realidad” un poco mareados, altisonantes, jactanciosos, fanáticos de su propio culto: ya nada les queda por aprender. Luego, es como todo: en los escritores geniales se tomará como un rasgo anecdótico y hasta risueño de su carácter; en los medio pelo, como una veta odiosa.
En cuanto a las obsesiones, inseguridades, miedos, etc., es cierto que suelen relampaguear entre los renglones. Es que en algún punto siempre hay una inexorable pizca autobiográfica en todo lo que escribimos. Sutil o explícita, en más o menos cantidad, determinante o no, pero está. ¿Por qué? Será que la literatura sabe clavar con tanta furia sus raíces, morder con tanta fuerza, que una vez adentro ya no hay regreso, antídoto o exorcismo que valga. Entonces escribiremos como somos, como fuimos, lo que hemos vivido y lo que hemos soñado.



Los lectores creamos fantasías sobre las costumbres particulares de los escritores a la hora de sentarse a escribir. Vos tendrás las tuyas. ¿Qué necesitás para escribir?
Calculo que es esa soledad propia del acto creador literario lo que despierta la curiosidad. A fin de cuentas, somos curiosos por naturaleza, nos intriga el misterio y qué puede ser más misterioso que ese acto de magia incandescente que es un libro. La curiosidad y la falta de certeza (y también las mentiras que como travesura a veces sueltan los escritores) es lo que genera las fantasías.
Mis costumbres a la hora de escribir son bastante pedestres. Casi siempre escribo en computadora, empujado por mi caligrafía horrenda y por la indeseable compulsión a los tachones ante el primer error. Generalmente música de fondo, variable, dependiendo del momento. También tengo cierta tendencia a la nocturnidad.


Tus dos libros navegan sobre tiempos de guerra. ¿Cuánto tuvo de (in)conciente esa coincidencia?
Bueno, ambos tuvieron orígenes distintos. La idea de Estrellas Blancas se me impuso por nocaut en el primer round, allá lejos y hace casi una década; la de Yo el pájaro y el cielo, en cambio, ganó por demolición al final, en las tarjetas. Creo que, al final, se hermanan en esas palabras de O’Brien: “una verdadera historia de guerra nunca es sobre la guerra, es sobre el amor y la memoria, y sobre el dolor […] es sobre dos hermanos que no se contestan las cartas, y sobre gente que nunca escucha”. Con conciencia o sin ella, creo que en ambas aspiré a esas palabras.


“Estrellas blancas”, la historia del ex combatiente de Malvinas, ¿cuánto tiene de real? ¿Te pasó de decir “no escarbo más”, mientras te documentabas para escribirla?
En verdad, se dio el proceso inverso. Hace mucho tiempo, en una de esas mágicas librerías de usados, cayó en mis manos un libro sobre Malvinas, Los dos lados del infierno. El autor, paracaidista inglés que peleó en la batalla más salvaje de la guerra (la de Monte Longdon, una noche infernal de trazadoras, bayonetazos y combates cuerpo a cuerpo), entrevistó a varios británicos y también argentinos que estuvieron frente a frente durante esa noche en el monte, buscándose mutuamente para matarse. En todos los casos, cada veterano contaba su vida antes, durante y después de la guerra. Obviando algunos urticantes destellitos de nacionalismo (ej.: el despectivo argies), lo que me quedó grabado fue la crudeza del después que contaban los nuestros, especialmente esa crueldad con que todos nosotros les escupimos en la cara y en las cicatrices: el olvido, la indiferencia, las respuestas brutales que recibieron algunos que debieron mendigar con sus uniformes de Malvinas encima, por poner tres ejemplos. Y estoy seguro que ese no es el fondo. Sólo ellos, los que lo vivieron y lo viven, pueden saber hasta dónde llega el dolor y cómo se siente. Como en toda tragedia, claro.


La historia épica y aventurada del Barón Rojo -Manfred von Richthofen- te llevó a escribir una novela que permite una lectura acerca de la relación padre-hijo y los desenlaces que la influencia paterna puede provocar. ¿Por qué te interesaste en ese aspecto?
En este caso, más que un relato de sus hazañas de guerra, me interesaba el trasfondo humano de Richthofen. Un muchacho que desde su infancia fue fraguado -al rojo y a los martillazos, como todo metal- para llegar a lo que fue. A sus veintipocos, inmerso sin opciones en eso que al principio todos consideraban una aventura, una justa deportiva, se enfrentó a sus enemigos pero también a todos sus propios demonios. Al baile de máscaras en su corazón asistieron los deseos y expectativas y frustraciones de los otros; también, siempre latiendo, la impronta fatal del cumplimiento del deber llevado hasta sus últimas consecuencias.
Es cierto que en aquel tiempo los designios familiares eran una ley invencible para los hijos. Pero aún hoy, tan lejos en todo sentido del bienio 1917/1918 en que transcurre casi toda la novela, sobrevive algo de aquello. Confieso que por suerte no me ha tocado padecerlo, pero sí lo he visto y escuchado. Las secuelas no pueden ser otra cosa que tristísimas.


La última. Existen tres agrupaciones de escritores locales. ¿Puede pensarse que un día los autores cipoleños se unifiquen y multipliquen sus esfuerzos?
Sería un ideal, pero lo veo difícil. Es que, en el fondo, la unión en cada grupo pasa fundamentalmente por las simpatías y afinidades personales. Y eso, como dicen los españoles, “es una verdad como un puño”. No hay con qué darle.


* De Matías Stiep: en 2001 se edita Estrellas blancas; en 2009 incluyen sus cuentos Té para tres y Trescientas noches como trescientas paredes en la primera antología del Fondo Editorial Rionegrino; en 2010 se edita Yo el pájaro y el cielo; en octubre de 2010, el libro Yo el pájaro y el cielo formará parte del stand argentino en la Feria Mundial del Libro de Frankfurt, donde nuestro país es el invitado de honor.


Estrellas blancas | http://estrellas-blancas.blogspot.com
Jardín de Bolsillo | http://jardindebolsillo.blogspot.com
Escritores del Comahue | http://escritoresdelcomahue.wordpress.com/2010/01/28/matias-stiep/

Dumbo, el Hombre Cacto y la Santa Mujer Regadera




Investigación, textos y entrevista: Ariel Martínez | arielmartinez.kh@gmail.com
Fotos: Javier Javierjavier, Martín Iriarte, María del Valle Moreno, Guadavela, Dumbo
Video: Pablo Painenao-Dumbo


Y un día la multitud se cuestionó:

¿Quién es Dumbo?
¿Quién es el Hombre Cacto?
¿Son la misma persona?
¿Es un feligrés descarriado pidiendo redención?
¿Y quién es la Santa Mujer Regadera?
¿Riega con agua bendita?





CORAZONES EN LLAMAS


La mayoría de las personas que circula por las calles (en éste caso de Cipolletti, pero aplica a cualquier ciudad del mundo) no mira las intervenciones artísticas que aparecen y desaparecen con frecuencia de las paredes. La gente simplemente pasa de ellas. No les presta atención. O incluso peor: para muchos, sus autores representan algún tipo de peligro. Nunca voy a entender esta postura, pero es real.
Sin embargo, un cierto efecto positivo, derivado de un mix de culturas canalizadas a través de los jóvenes (la publicidad, el rock, el hip-hop, deportes urbanos como el skate y el parkour, el grafitti y otras expresiones artísticas), atraviesa a las nuevas generaciones y logra que se conecten con las obras y con los artistas de la calle de una manera directa. Es así como el esquema emisor/mensaje/receptor termina por completarse.
De alguna manera, aquella semilla filosofal sesentista que rezaba "open your mind" parece haber germinado. Quien abra la mente -y los ojos- accederá a un extraordinario rosario de mensajes visuales que, en contadas ocasiones, como en el caso de Dumbo, alcanza el grado de obra artística.
¿Quién es Dumbo?, dirán los lectores.
Dumbo es un artista emergente nacido en Cipolletti, Río Negro, ocupado en intervenir las paredes de la ciudad con un combo de mensajes simples y reales acerca de su particular versión del amor en los tiempos de Facebook y la necesidad de proteger nuestra casa Tierra. Un creador que deliberadamente oculta su identidad para inyectarle un poco más de misterio a sus obras, ya de por si enigmáticas. Y preservarse, por otro lado, para futuras exposiciones de mayor filo y tajo profundo.
Hace seis meses la mirada atenta de María del Valle del blog OJOS BRUJOS vió por primera vez y fotografió las intervenciones. No teníamos idea de quien era el autor de esas marvillosas y extrañas figuras con cabezas de maceta y regadera.
Cuando finalmente lo conocimos –fue Ana del blog CIPO URBANO quien nos facilitó el mail– no quisimos ocultarle la alta satisfacción que nos produce a) tener en las calles de la ciudad esos fragmentos de ingenio y belleza estallando desde las paredes como brillantes signos de pregunta y b) un artista con su evidente talento ofreciendo pequeñas gemas de arte que narran, en definitiva, una historia de amor.
Así comenzó todo esto. Después trabajamos un mes entero –en contacto con Dumbo– para publicar los contenidos de éste artículo multimedia. En estas últimas semanas, siempre con el preacuerdo de no dar a conocer su identidad, Dumbo se prestó a numerosos intercambios vía chat y mail que aprovechamos para conocer su arte y su pensamiento. Nos invitó a presenciar y documentar sus últimas intervenciones. Hicimos la entrevista que podés leer más abajo. Nos entregó un dvd con más de 600 fotografías!!! (en las que no se puede ver su rostro), además del video que acompaña este texto.
Días después, y misteriosamente, acorde a su obra, el joven Dumbo se esfumó.
En teoría está viviendo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pero ese es un dato que aún no pudimos confirmar. Fuentes cercanas a éste blog nos indican que estaría en perfecto estado de salud, asaltando paredones porteños y con un séquito de fieles devotos de la Santa Mujer Regadera orando por su regreso a Cipolletti.

Amén.




DUMBO: LA ENTREVISTA


¿Quién es el artista detrás de Dumbo?
Mi nombre por ahora lo dejamos en secreto... sólo Dumbo. Tengo 22 años recién cumplidos. Nací en Cipo y viví acá toda la vida...salvo medio añito que nos fuimos con la familia a Buenos Aires, cuando tenia 9 años.


¿Tenés una familia de artistas?
No es una familia de artistas, pero sí de gente muy creativa, y que nos incentivaron mucho y nos dejaron hacer (somos 5 hermanos). Mi hermano más grande es músico, el que me sigue a mi se enganchó ahora con el grafitti y es excelente escritor, aunque ahora abandonó un poco. Después tengo una hermana que hace danza y las más chica dibuja mucho y se las rebusca con mucho ingenio para joder (risas). Así que si ahora que lo pienso en cierta manera es familia de artistas, pero de diferentes ramas.


¿Porqué elegís llamarte Dumbo?
El nombre lo elegí porque es un reciclaje de cosas viejas. Así me decían para molestarme en la primaria por las orejas. Ahora que ya no tengo complejo y me creció la cabeza pude adoptarlo como seudónimo.

Foto:Javier Javier
Además del seudónimo, en tu cuenta de Facebook publicás fotos personales tapando tu rostro con el cacto. Eso recorre el camino inverso a cualquier artista que toma distancia de su obra. Acá el Artista también es la Obra. Incluso vas más allá: tu novia –a quien por otra parte vemos trabajando con vos en las intervenciones– es parte de la obra como Mujer Regadera (ahora, además, Santa). Si la idea es crear interrogantes... es perfecta!
Bueno, antes que nada creo que muchos artistas (gracias por el título) son inseparables de su obra. Bastaría mirar cualquier artista que realice performance, o incluso los viejos autorretratos (también los nuevos). La idea del seudónimo y de ocultarme, en principio era un juego, para poder trabajar tranquilo y no preocuparme por donde pego un papel, o que pared estoy pintando. Después creo que agrega cierto elemento de misterio que es divertido, y ayuda también a bajar el ego. Es como un concepto, las obras las hizo Dumbo pero a veces Dumbo soy yo solo y otras somos todos los que dieron una mano para que la obra pueda realizarse.

Foto:Dumbo

Las fotos de Facebook tienen que ver un poco con la idea de generar un álbum de fotos de una vida cotidiana que pueden tener estos personajes, ayuda a llevarlos a un plano más real todavía. Cuando entrás a un Facebook a ver las fotos de "X" persona, bueno acá entrás a ver que hizo el Hombre Planta en el verano…era un poco ese juego. En cuanto a las intervenciones, mezclan mucho de mi mundo privado, creo que en parte eso las hace interesantes.



¿Las obras son ideas sólo tuyas o intervienen más personas?
Son ideas mías, pero siempre se aceptan aportes de otros, mucha influencia de las imágenes que se ven día a día, que aunque uno no se de cuenta siempre aparecen en la obra. Por la inspiración, si le podemos dar el crédito a otros (risas).
Foto:Javier Javier

Como habrás visto mientras laburaba, no me molesta aceptar comentarios de otros que puedan enriquecer la obra, de hecho, cuando estoy haciendo, soy de preguntar mucho por opiniones, o críticas. Pero sí, digamos que las ideas son mías.

¿Cómo llamás a tu técnica y en que consiste?
La técnica es una mezcla, son electrografías (fotocopias) impresas a gran escala. La manera de hacer mural con papel tiene un nombre que no recuerdo, a eso ahora le estoy sumando sectores de la obra trabajados con stencil, pintura, tintas, marcadores…bastante mixta. En realidad la técnica varía de acuerdo a la obra y no al revés. El trabajo en papel que es la base, consiste en un fotomontaje digital que lugo imprimo en mosaico a tamaño natural. Eso queda en hojas tamaño A4 que recorto y pego como un gran rompecabezas.


Elegir una técnica efímera, que se deteriora incluso con el clima, debe tener para vos un significado. ¿Cuál es?
Tiene mucho que ver con generar algo dinámico, que se presta a una interacción directa con quien recibe la obra, y que vive en el dinamismo propio de una ciudad (a pesar de ser Cipolletti una ciudad pequeña). También, las imágenes que genero pretenden ser pequeñas postales de la vida de los personajes, y esos estados cambian, entonces no me interesa generar imágenes fijas. Además me pasa que con el tiempo me suelen cansar, así que está bueno que no sean eternas.
Foto:Guada Vela

Estabas estudiando en el Alto Valle y ahora te vas a Buenos Aires. ¿Cuáles son tus próximos pasos?
Voy a terminar la carrera de Licenciatura en Artes Visuales con orientación en Pintura (que nombre!) que estoy haciendo en Cipolletti desde el 2007, con la idea de poder hacer cursos y talleres para seguir ampliando el conocimiento, y si dios quiere probar con galerías, contactar gente, intervenir en la calle y bueno allá también me espera la Mujer Regadera.


Que menciones a las galerías es interesante. Creía que una de las raíces del arte urbano era cierta disconformidad con la exhibición elitista del arte puertas adentro (aunque también es cierto que ya hay quienes trasladaron sus intervenciones y los venden por miles de dólares en las galerías más famosas).
Dos preguntas al respecto: ¿Se arriesga el artista a perder en el traspaso esa magia que rodea al arte urbano, esa mezcla única de componentes: inmediatez, interacción con miles de personas anónimas como el autor, cuasi-vandalismo, desprejuicio y torrentes de adrenalina fluyendo por estar creando en la calle, sin redes que contengan errores ni seguridad posible? ¿Exhibir en las galerías es sólo un paso más para vivir de tus obras o es la meta deseada?
Lo de las galerías es porque también en paralelo tengo una obra personal, tal vez más tradicional, que no es la que sale a la calle. Pero no tendría problema en que estos trabajos urbanos se adapten a un lugar cerrado. Creo que la finalidad última es poder seguir haciendo lo que a uno le gusta, y lamentablemente la manera es generando algún ingreso que lo permita. Y en el fondo esto no atenta contra la obra, yo soy consciente que lo que hacés en la calle tiene otra vida, otro significado, y puede ser más rico en cuanto a la amplitud del público, pero no es una traición el hacerlo en una galería. Es como cuando uno se enoja con su músico favorito del under porque está facturando mucho y "traiciona" lo que nos gustaba de él. El mundo está planteado en esos términos, y si es la manera para poder vivir de lo que a uno le gusta y seguir produciendo y no va contra la base misma de la obra o de la persona (o se es consciente de que sí), no veo porque no. El juego de los museos de meter paredones adentro para que se hagan grafittis me parece un poco ridículo, pero el que hace el ridículo es el museo o las instituciones formales del arte, los artistas se cagarán de risa...no se si contesto a las preguntas. Ademas hay una cuestión social de que a nadie le molesta que un abogado se llene de guita, pero el artista tiene que permanecer inmaculado aunque se muera de hambre o tenga que estar como Osvaldo (si no lo conocés buscalo, que es un genio, un artista urbano de Buenos Aires que es taxista e interviene publicidades con una ironía y genialidad increíble, en I-Sat, dieron un documental) laburando en un taxi para poder seguir haciendo lo que le gusta.

Foto:Dumbo

Bueno, nos pondremos al tanto de Osvaldo. ¿Cuándo te diste cuenta que te interesaba expresarte con el arte y no, por ejemplo, con la política?
No me acuerdo donde, alguien dijo que nunca había dejado de pintar. ¿Viste que todos los chicos dibujan, después alguien les dice que lo hacen mal y dejan de hacerlo? Bueno yo desde que tengo memoria lo hago. Recuerdo empezar a ver que era lo que más me interesaba a los 16 años, cuando empecé a hacer talleres. Ahora no me imagino hacer otra cosa, es una movilización muy fuerte, que no creo poder llenar de otra manera...aunque sí soy un rockero frustrado (risas).
En cuanto a la política, a mi forma de ver, tenés que tener una vocación muy grande para dedicarte (o deberías tenerla). Sin embargo creo que el arte es una forma muy fuerte de hacer política y generar conciencia, no solo hay que ocupar un cargo, la política la hacemos todos...es un tema que me interesa mucho pero no llegó el momento de trabajarlo (creo), igual en reuniones de amigos soy de discutir mucho el tema.

UNA GUERRILLA MÁS DE LENNON QUE DEL CHE


¿Cuándo empezaste con el Hombre Cacto y la Mujer Regadera? ¿Es tu primera intervención en las calles o hiciste otras cosas antes?
Hice algunos pequeños laburos de stencil, pero por el tamaño de la ciudad creo que lo sentía muy limitado, te cruzás demasiadas veces con la misma imagen. En cuanto a los personajes, vienen en mi cabeza desde hace por lo menos tres años y pasaron por muchos formatos. Fueron evolucionando, un poco solos, dentro de mi obra (grabado, pintura, dibujo etc). Y finalmente encontré la intervención como una forma natural de convivencia con la ciudad, de que en cierta forma cobren vida.
La Mujer Regadera apareció hace dos años, y el Hombre Cacto (que antes era Hombre Planta), surgió este año, después de un viaje a Buenos Aires, en mayo si mal no recuerdo.

Foto:Dumbo

¿Qué te hizo redefinirlo en Buenos Aires como cacto?
Mmmm (duda)…asuntos personales (se ríe). Puedo decir que tuvo que ver con dos cualidades que rescate del cacto: una era la espina, y otra la capacidad de acumular agua y mantenerse con vida, y no digo más.


Foto:Javier Javier
Foto:Javier Javier
Foto:Javier Javier

En un chat me mandaste esta frase tuya sobre el Hombre Cacto y la Mujer Regadera: "La intención es llamar a la reflexión sobre las problemáticas ambientales y el calentamiento global. Una metáfora de las relaciones del hombre con el medio, de la modificación del medio por el hombre. Al mismo tiempo la obra toca el tema de las relaciones interpersonales, un romance moderno entre dos personajes imaginarios, que ocultan en si personas reales en las cuales se fundan".

También dijiste que te gusta "que la idea la terminen de cerrar los que ven la obra, que no quede muy servida en bandeja". ¿Cuanto podés contarnos sin llegar a robarle la magia a las obras?
Creo que esas frases resumen bastante, no me animo a contar mucho más. En realidad hay muchas lecturas posibles, sólo agregaría que muchas veces la obra es un reflejo muy fuerte de mi relación personal, y el espectador atento puede conocernos demasiado, y es bienvenido a contagiarse un poco. El trabajo tiene diferentes etapas, momentos más fuertes de guerrilla ecológica, y momentos en que es un poco un diario intimo abierto, por asi decirlo.

¿Esos momentos -guerrilla y diario- son trabajados a conciencia o se dan naturalmente?
Son procesos que en general se dan naturalmente, y después los termino analizando una vez concluida la obra y me doy cuenta de que fue así. Que se yo, pasaron catástrofes naturales terribles en lo que va del año, pero me sentí mas movilizado por cuestiones personales, que son las que de alguna manera reflejé en las obras. Es decir, son naturales en la medida en que trabajo desde un motor anímico que no es premeditado. Termina siendo como un aura que estuvo presente durante la producción y que fue lo que movilizó. Lo de guerrilla es más en cuanto a modo de ataque a la ciudad creo…y cierta actitud de ataque a la ciudad desde dos personajes que, creo, vienen a ofrecer su amor para un fin mayor (en principio el motor era una metáfora de la relación de destrucción con el medio que después fue mezclándose con situaciones personales). Una guerrilla más de Lennon que del Che, creo.
Foto:Javier Javier

Entiendo que tus personajes están evolucionando y ahora los metiste en un campo religioso. Siempre hay gente que se molesta cuando el arte se mete con la religión. ¿Eso te preocupa?
No, para nada! Es divertido. En realidad lo que más me interesaba de la imagen religiosa era la asociación directa que uno hace en el inconciente con esa imagen tan fuerte en la cultura occidental. Toda la iconografía religiosa (no solo cristiana) es muy fuerte y muy interesante para trabajar. Cuando surgió la idea del pasaje Hombre Planta a Hombre Cacto, el personaje mismo ya tenía cierto misticismo que me interesó reforzar por ese lado. Además me gusta la idea de bajar un poco los santos... En todo caso juega con la idea de una religión propia, así que nadie puede salir ofendido.
Foto:Martín Iriarte

¿Y cómo puede seguir en el futuro la saga del Hombre Cacto y la Mujer Regadera?
Es una gran incógnita (risas)... Lo próximo es que habiten en Buenos Aires y veremos que cosas pasan ahí. Me parece que puede ser un contraste interesante el cacto con la gran ciudad.

Directa o indirectamente, un artista siempre recibe respuestas a lo que expresa con su obra. ¿Cómo es en tu caso? ¿Qué esperabas que pasara? ¿La gente entendió el mensaje?
Mirá, la obra tuvo muy buena repercusión (sonríe Dumbo), de hecho por eso estamos haciendo esto, creo. Me llegaron comentarios de varios lados, incluso de gente que me lo comentaba sin saber que yo lo hacía, así que estoy muy contento. Creo que es resultado de haber tenido una visión global al abarcar toda la ciudad (o gran parte) y esto genera que al ir cruzándotelos te va generando cierta intriga. En realidad no se si esperaba mucho. La obra la hice un poco para mí y cuando terminé las primeras quedé muy contento de ver ese paso en que los personajes estaban ahí vivos, conviviendo con la ciudad. Creo que buscaba que la gente reflexione un poco y se lleve algo. Y aunque sea una duda se llevaron, así que por ese lado la obra cumple. En cuanto a las lecturas, hubo de todo tipo: gente que le pegó justo, gente que no entendió nada, y otros que hicieron lecturas mucho mas amplias de lo que yo había pensado, y eso es lo bueno, que cada uno se lleve lo que pueda y termine de cerrar la obra.
Foto:Martín Iriarte

Tus intervenciones también generan una dosis de alegría, como una buena energía. ¿Eso es también un objetivo de tus obras?
Nunca lo pensé, pero hay toda una carga de amor también en las obras, depende de las etapas pero calculo que un poco de eso se contagia. Creo que la primera etapa tenía imágenes más bien solitarias y desoladas, de búsqueda. La segunda etapa (en la que aparecen más juntos los personajes) sí transmite una alegría acorde al momento en que se hicieron (por ejemplo el baile a lo Pulp Fiction) y ésta tercera etapa creo que es mucho más alegre. Pero en el fondo creo que es algo que aflora, no algo premeditado.


Foto: María del Valle Moreno

Tus trabajos tienen muchos pequeños detalles (algunos ocultos), cuidás el resultado de cada centímetro de lo que estás dejando, algo que parece contradecir la teoría del arte rústico que se hace en las paredes. ¿Porqué?
Me pasó que después de analizar un poco lo que habia pasado con las intervenciones pasadas, me di cuenta que era interesante generar algún mecanismo por el que la obra vaya mutando, y que no se pierda completamente con el papel. Si bien la obra original muere, es interesante que quede cierta huella, una marca de que ahí pasó algo. Además me interesa que, a partir de ahora, el acto de arrancar y destruir la obra va a ser un acto de generar una imagen nueva, terminar un proceso. Por otro lado, no creo que la fugacidad de la obra deba tener un reflejo en la calidad de la misma. Si te fijas, los tipos más grosos de grafitti, o del arte urbano, hacen laburos increíbles dignos de cualquier museo, concientes de que puede durar sólo unas horas. Creo que se trata de entregar lo mejor posible, por el tiempo que dure. Además es una forma de que quien lo ve tenga un poco mas de compasión (risas).

Foto:Martín Iriarte




DUMBO CHAT EDIT


D: En mi Facebook tenés otras experiencias mías. Hay una obra de unos bloques de hielo que hice el año pasado, que en algún momento serán intervenciones. Eran plantas congeladas adentro de bloques de hielo que se van derritiendo mientras están expuestos. Eso lo quiero hacer en grande, pero bueno queda para más adelante.

AM: ¿Y lo expusiste en algun lado?
D: En la facultad y en la puerta de mi casa…



D: Ahí también tenés un cuadro de Lennon que juega con la imagen de Cristo.

AM: Ya estás fogueado mezclando arte y religión...
D: Si venía de antes, esas son las primeras imagenes del Cristo Pantocrator. Pero como te decia, es muy interesante el uso de la imagen en la religión. Ademas, en ese en particular, me interesaba rescatar la idea de que Cristo podría ser un hombre común con buenas ideas y cambiar el mundo, no es necesario que sea un ser divino. Asi como lo fue Lennon. Y el hecho de que no sea divino incluso es más interesante. Obviamente le quita el poder a la iglesia, pero bue… Pero entiendo que somos una cultura occidental y cristiana. Como que no podés negar eso.
Tengo otros trabajos con imagenes beatles/religiosas, pero no están terminados, tienen añitos de abandono, algún día volveré sobre ellos.



AM: ¿Tenés obras sin terminar mucho tiempo dormidas?
D: En general no, soy de arrancar y terminar, pero hay algunas que te trabás y tenés que dejarlas, a veces meses y otra años. Algunas no volvés más porque por ahí la largaste un tiempo y cuando vas a volver estás con otra onda. Y a mi me gusta que las obras sean reflejo de algun momento. Si voy con el estilo que tengo ahora, a las obras viejas las destrozo jajaja…además todavia voy variando en estilo, fijate la diferencia entre el Lennon, que es de hace dos años y el oso que es de este año…va en búsqueda todavía.

Piiiipp...(voz robótica)... Inserte una moneda de dos centavos y tendrá 30 segundos para agradecer a quien desee. Después, esta grabación se autodestruirá... piiiiiiiiipppp
Hacer estas intervenciones en las calles no siempre es fácil, a veces hay escaleras grandes y varios elementos que uso, algunas piezas de papel son muy grandes. Por eso quisiera agradecer a la gente que me acompañó y dio una mano cuando hizo falta. Gracias a todos. La Santa Mujer Regadera los tendrá en su gloria!!

Entendernos observando aves



“... Las aves, en particular, enseñan mucho del primitivismo humano, de las cosas que son esenciales en el hombre: aman, forman una familia, construyen un hogar, cuidan a sus hijos con una preocupación obsesiva, desarrollan vínculos sociales. Es decir,enorme cantidad de características de los seres que consideramos inferiores son la esencia de nuestro comportamiento modificado por la cultura, por cosas que desconocemos, pero en los animales se ve puro y podemos entendernos mirando cómo ellos se comportan”.



Tito Narosky

Si amás la naturaleza y te gustan las aves en libertad (jamás una jaula!), en nuestra ciudad tenés muchísimas oportunidades para disfrutar el combo completo. Nuestro amigo Claudio, por ejemplo, practica con pasión el avistaje y fotografía aves con gran sensibilidad. En su Facebook podés ver sus fotografías. O visitar el blog del Club de Observadores de Aves al que pertenece.

Por otra parte, con María José son verdaderos fans del aire libre y juntos tienen varios programas de mini-turismo para conocer nuestra zona. Visiten su web X4Rumbos o su Facebook para contactarlos.

Las fotos que les mostramos acá fueron tomadas en diferentes lugares de Cipolletti por Angel Martínez, también conocido como mi papá...Gracias por el aporte, viejo!

Les dejo a nuestros lectores la tarea de comentar los nombres de las aves!
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